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Foto del escritorSofía Almaraz

LA REALIDAD BAJO EL SIGNO DE LA ESVÁSTICA

INTRODUCCIÓN



La Psicología Social aborda la problemática de la relación entre el individuo y la sociedad, y tiene por objeto de estudio el proceso de socialización, que influencia en la cognición y comportamiento de los individuos. Teniendo en cuenta esto y el marco teórico construccionista social, se analizará el contexto histórico acontecido bajo el poder del Partido Nazi en Alemania: El Holocausto. Alemania buscó la construcción de una identidad nacional con estas doctrinas nazis asumidas por el pueblo alemán, donde hombres corrientes cometen asesinatos masivos. Pero, ¿cómo pudieron los alemanes adoptar actitudes de obediencia a órdenes que conducían al Holocausto? Para responder esta pregunta, se partirá de la hipótesis de que la ideología nazi actuó como base de una identidad colectiva en la que estuvieron inmersos los alemanes. Siguiendo la teoría de identidad de Berger y Luckmann, y el concepto de actitudes de Briñol, Falces y Becerra podemos estudiar cómo las personas pueden asumir roles en su interacción con la sociedad, que en ocasiones están alejados de lo que es moralmente correcto, manifestándose una hostilidad hacia determinados grupos, pese a que las características de la situación legitimen y autoricen su conducta desviada.


LA REALIDAD BAJO EL SIGNO DE LA ESVÁSTICA


El psicólogo D. Cartwright identifica a la Segunda Guerra Mundial como la influencia más poderosa en el desarrollo de la Psicología Social, y a Hitler con su marcado antiintelectualismo y antisemitismo, como la persona que mayor impacto tuvo tanto en el surgimiento de problemas humanos como en la búsqueda de soluciones (Seidmann, 2010). Los aportes del “padre de la psicología experimental”, Wundt, dan origen a una corriente histórica de la psicología social: la Psicología Social Sociológica, que Seidmann (2010) la define como el estudio de la conciencia individual que es resultado de la creación de significados en la interacción social. Vivir en sociedad es participar en su dialéctica individuo-ambiente. Siguiendo a Berger y Luckmann, se define como socialización primaria al individuo que internaliza en su conciencia al otro generalizado, es decir, asume las nociones del mundo y roles en el que ya viven otros aprehendiendo una realidad significativa y social a través del lenguaje. A partir de allí se lo considera miembro efectivo de la sociedad y está en posesión subjetiva de un yo y un mundo. Berger y Luckmann (1972) afirman:

El niño acepta los “roles” y actitudes de los otros significantes, o sea que los internaliza y se apropia de ellos. Y por esta identificación con los otros significantes el niño se vuelve capaz de identificarse a él mismo, de adquirir una identidad subjetivamente coherente y plausible. En otras palabras, el yo es una entidad reflejada, porque refleja las actitudes que primeramente adoptaron para con él los otros significantes; el individuo llega a ser lo que los otros significantes lo consideran.

Es decir, que el individuo no sólo se interrelaciona con un ambiente natural determinado, sino también con un orden cultural y social específico dado. Los hombres producen juntos un ambiente social con la totalidad de sus formaciones socio-culturales y psicológicas, construyendo así lo que estos autores denominan, una realidad objetiva. Esta actividad humana está sujeta a una habituación, donde todo acto que se repite con frecuencia crea una pauta que luego puede reproducirse con economía de esfuerzo y que ipso-facto es aprehendida como pauta por el que la ejecuta. Estas acciones habitualizadas retienen un carácter significativo para el individuo, ya que se tipifican por tipos de actores dando origen a lo que Berger y Luckmann denominan instituciones. Una institución supone un cuerpo de conocimiento objetivado, un cuerpo de verdades válidas en general acerca de la realidad, tipifica a la vez a los actores y a las acciones individuales. En tanto estas tipificaciones se comparten, son accesibles a todos los integrantes de un determinado grupo social. Por ejemplo, el antisemitismo que el Partido Nazi de Hitler construyó como una práctica de gobierno. Desde el poder se consiguió manipular el sentimiento antisemita a los judíos, estereotipándolos a éstos como estafadores, materialistas, avaros y culpables de todo mal existente, como la crisis económica o el desempleo. Además, declaraba que los judíos formaban parte de una raza inferior que únicamente estaba corrompiendo la pureza de los alemanes. Esta discriminación obligó a muchos alemanes judíos a exiliarse. De acuerdo a lo planteado, coincidimos con Berger y Luckmann cuando señalan que en la vida cotidiana aprehendemos a los otros y somos aprehendidos a través de esquemas tipificadores. Dichas tipificaciones de la interacción social se tornan anónimas a medida que nos alejamos del contacto “cara a cara”. De este modo, al ubicar a alguien en una categoría le adjudicamos comportamientos que se proyectan a los otros de su grupo, sus rasgos se aprehenden en términos anónimos. De aquí se derivan las construcciones de estereotipos, como la del judío, a quienes colectiva y anónimamente se les atribuye características que anulan las individualidades y pueden conducir a su estigmatización. Los grupos sociales se constituyen de individuos que comparten entre sí creencias, costumbres, ideologías, necesidades y sobre todo, una identidad propia, tanto del grupo en general, como del sujeto en su individualidad, que se reconoce como parte de un “nosotros”. Esta captación y aceptación subjetiva comienza cuando el individuo asume el mundo en el que ya viven otros con los cuales, a su vez, se identifica. De esta forma, sociedad, identidad y realidad se cristalizan subjetivamente en el mismo proceso de internalización a través del lenguaje. Las estructuras sociales históricas específicas originan tipos de identidad que orientan el comportamiento en la vida cotidiana, y controlan al organismo afectando la base de la actividad constructora de la realidad del hombre. Al respecto, Berger y Luckmann (1972) definen el concepto de identidad como: La identidad constituye, por supuesto, un elemento clave de la realidad subjetiva y en cuanto tal, se halla en una relación dialéctica con la sociedad. La identidad se forma por procesos sociales. Una vez que cristaliza, es mantenida, modificada o aun reformada por las relaciones sociales. Los procesos sociales involucrados, tanto en la formación como en el mantenimiento de la identidad, se determinan por la estructura social.

En la Alemania Nazi se construyó una identidad y rol social sobre la base de su membrecía a la nación, aumentando las distancias con otros grupos ajenos a “los suyos”, tras un proceso de deshumanización de los judíos y la creencia en la superioridad racial de los alemanes frente a las otras razas. La pertenencia a un grupo social puede ser distinguida por las actitudes diferenciales que hacia determinadas cuestiones o asuntos comparten los individuos que los forman. Las actitudes reflejan la interiorización de los valores, normas y preferencias que rigen en los grupos y organizaciones a los que pertenecemos. Briñol, Falces y Becerra (2007) definen las actitudes como evaluaciones globales y relativamente estables que las personas hacen sobre otras personas, ideas o cosas que reciben la denominación de objetos de actitud. Por ejemplo, un hombre corriente alemán que esté a favor del nazismo tiene una actitud positiva porque le satisface una necesidad de control dominada por una concepción tripartita de actitudes. Uno es el componente cognitivo, la creencia de que con el ascenso del Partido Nazi al poder, el cual defendía ideas nacionalistas y militaristas, Alemania comenzara un período de recuperación económica, ya que tras la derrota en la Primera Guerra Mundial el pueblo alemán no tenía rumbo y vieron en Hitler una figura carismática y esperanzas de que les fuera devuelto el estatus que a su nación correspondía. El segundo componente es el afectivo, es decir el orgullo de ser nazi, ya que entre Hitler y su pueblo existía una absoluta comunión, en la medida que el Führer encarnaba y dirigía las aspiraciones y voluntad del pueblo. Y el último, el componente conductual, sería la defensa de esta ideología, al punto de justificar la muertes masivas como “justicia”. Mientras el que no está de acuerdo con esta ideología tendría una actitud negativa, y consideraría este hecho social como una actitud genocida e inmoral. Las actitudes acercan a la persona a todos aquellos aspectos de la realidad congruentes con ellas evitando aquellos elementos que les sean contrarios. De esta manera, cada individuo percibe la realidad de una forma subjetiva, según la ideología y creencias que porte.

CONCLUSIÓN


El ser humano construye la realidad en coherencia con modelos transmitidos a partir de la interacción con otros sujetos y a partir de los significados que obtiene de su historicidad, percepciones y patrones de vida. Las condiciones bajo las cuales emergió el nazismo fueron influyentes en las personas que consiguieron la reestructuración de la sociedad, instituciones, normas y valores morales imperantes. Como consecuencia, hombres “corrientes” adoptaron roles de asesinos a judíos con el fin de cumplir con las expectativas sociales y satisfacer las necesidades impuestas por el nuevo régimen, sin considerar las consecuencias de su conducta “desviada”. El sujeto en sus procesos de construcción, busca generar un orden en sus ideas, que lo conlleven a la 5 búsqueda del equilibrio y sortear la incertidumbre, y esta información que recibe la pone en marcha en su mundo vivido, configurando así su propia realidad.

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